domingo, 3 de julio de 2011

La cuidad desierta

Pasear. Escuchar el susurro del viento excesivamente cálido de un verano excesivamente monótono. Observar cada detalle, cada árbol, cada piedra en el camino, la suciedad del suelo. Mirar las caras a mi alrededor, apurar el vodka en la soledad de un bar y pedir otra copa que me sepa a tus besos de alcohol, que me recuerde a las noches de luna creciente en tu cama, en tus brazos. Y recordarte, y desearte, y temer no poder más.
Por primera vez, me fijo en lo borrosas que me resultan las caras de la gente que tengo alrededor. En la cantidad   de gente que me rodea y, aun así, en cómo de desierta puede estar una ciudad aunque falte una sola persona... cuando esa persona es quien más te importa. Cuando eres tú...

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