Ella consiguió insuflar sensibilidad a mi corazón, como quien toca concienzudamente las teclas de un piano de cola, empezando con una melodía tosca para acabar componiendo la inacabada décima sinfonía. Me enseñó a amar descubriendo lugares y sentimientos que ni yo misma sabía que existían en mí.
Ella tenía luz y supo iluminarme, aunque después acabé por convertirme en sombra y fantasma de mí cuando se fue. Y recuerdo ese libro de Diego San Pedro, "Cárcel de amor". Se bebió las cartas de su amada. Sí: se las bebió. Murió de amor, pero tenía suerte: él, al menos, tenía cartas de amor que beber. Yo soy sombra. Ella se llevó mi luz. Yo... no tengo nada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario